5 de diciembre de 2016

ASESINAN SU PROPIO HIJO, MOVIDOS POR LA CODICIA


Cabecera de "El Turolense" y encabezamiento de la noticia, en la primera de sus cuatro páginas (Hemeroteca digital del Ministerio de Cultura)


Fue una sorpresa encontrar este relato al "hojear" viejos periódicos digitalizados, pues lo había escuchado de niño en el pueblo de mis abuelos; era la prueba documental de una de esas historias -moraleja incluida- que se contaban en torno al fuego del hogar en tiempos pretéritos.

Aparece en el primer ejemplar del año 1877 de "El Turolense", fechado el 2 de enero. Desgraciadamente, el cronista se niega a identificar el pueblo de autos y menos a la familia o alcalde implicados. La oí en Cedrillas, puede que fuese en el entorno, o simplemente que se difundiera por allí tras la publicación del periódico, nunca lo sabremos.

La primera reacción del redactor de “El Turolense” es de incredulidad y cautela: “hemos oído referir un acontecimiento tan eminentemente dramático, que no nos atrevemos a darle entero crédito, a pesar de lo cual nos creemos obligados a ponerlo en conocimiento de nuestros lectores (...).

Narra “El Turolense” que los hechos ocurrieron a mediados de diciembre anterior, a poco de terminar la última guerra carlista (1872-1886):

(…) Llegó al anochecer al pueblo de X, un licenciado del ejército con las insignias de sargento; presentóse al alcalde y le pidió una boleta de alojamiento -un privilegio de los militares en tránsito- para casa de... Llamó la atención del alcalde su exigencia, y trató de enterarse por medio de preguntas quién era y a dónde iba, logrando obtener la historia completa del licenciado, el cual, una vez satisfecha la curiosidad de la autoridad local, le indicó su deseo de que en la boleta no constase su verdadero nombre, sin duda alguna había inspirado completa confianza, cuando logró ser complacido.

“Fue a la casa que deseaba, presentó la boleta y le mandaron pasar a la cocina, sitio de reunión familiar en los pueblos. Mientras le preparaban un modesto refrigerio, contó su historia al matrimonio que allí vivía, los cuáles le escuchaban absortos; pero la sorpresa de estos subió de punto cuando les manifestó que había logrado hacer un capital, y al efecto les dio a coger un maletín que llevaba para que notasen su excesivo peso”.

El caso es que cuando, muy cansado, se retiró a dormir el soldado, el matrimonio comentó esta conversación, y según narra “El Turolense”, la esposa “excitada por el deseo de obtener lo ajeno, propuso a su marido que le diera muerte a fin apoderarse de aquella fortuna que consigo traía”. Él no quería, pero aterrorizado por las amenazas de la malvada mujer, accedió.

Y así lo hizo. Mató al soldado; escondieron el cadáver. A la mañana siguiente, pasó el alcalde por delante de la casa, y allí estaba la madre del interfecto, como si nunca hubiese roto un plato:

“- Buenos días, vecina, ¿descansó ya el alojado?
“- No solo descansó ya, sino que bien temprano se puso en marcha deseando llegar pronto a su pueblo.
“- Tú te chanceas, mujer; ¡que ha de ir a su pueblo si estaba en él!
“- Señor alcalde, repito que se ha marchado.
“- Pues yo te digo que no es posible, y tú me vienes con misterios, pues antes que tú supe yo quien era.
“- Toma, y eso qué?
“- ¿Qué? que es tu hijo.

Demudada, la mujer insistió en que se había ido, el alcalde empezó a sospechar, entraron en la casa y encontraron el cadáver en una tinaja. Y al prender a los parricidas, el alcalde precisó que “él me dijo anoche que no pensaba deciros quien era, hasta hoy, si no le reconocíais (...).

Así que ya sabéis, “La avaricia rompe el saco”, o “Sorpresas te da la vida”.

La tercera Guerra Carlista y sus puntos calientes (mapa realizado a partir del de Foro 1898 punto de encuentro)



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