30 de agosto de 2014

¡Qué viene el lobo! 1.- Barrachina, 1867: peor que en el cuento de Caperucita

¿Causaban víctimas los lobos entre la población? He oído decir a defensores de estos animales que nunca atacaban a las personas, solamente a los ganados, y así era en la mayoría de los casos... pero no siempre. En épocas de guerra o hambruna –las primera solía desencadenar la segunda- los lobos llegaban a atacar y devorar a las personas a falta de otras presas más fáciles.
Los casos que he encontrado en los periódicos digitalizados se produjeron dos antes de que el siglo XIX llegase a su ecuador, y el más grave, que se dio en el pueblo de Barrachina, el año 1867.
En esta noticia de “El Constitucional” que salió a la calle el 10 de febrero de 1841, se citan dos víctimas, una en Jabaloyas y otra en un lugar que no se especifica:

“Con motivo de haberse concluido los ganados lanares en toda esta provincia por efecto de la rapiña carlista, los lobos que recorren los montes de esta provincia se han hecho tan atrevidos hacia las caballerías y personas, que ha sido forzoso al señor jefe político dar orden para que en los pueblos se den batidas generales algunos días de fiesta; en las que se han dado hasta ahora se han matado dos lobos en Mora, uno en la Puebla y otro en Sarrión.
“El tomar esta determinación la autoridad superior fue a consecuencia de haberse comido a una mujer que desde una casa de campo pasaba también a otra casa de campo, después de anochecido, de cuya desgraciada víctima solo encontraron un brazo; y hace unos ocho días en Jabaloyas se han comido a un chico de unos diez años. Llega a tal su descaro, que por la noche siguen a los hombres hasta la entrada de los pueblos”.

Pero el suceso más escalofriante se produjo en Barrachina el último día de febrero o el primero de marzo de 1867. Un viajero que llegó al pueblo, tal vez un sacerdote, narró lo sucedido en una carta publicada por el diario católico “La Esperanza” el 9 del segundo mes, carta que enseguida reprodujeron otros periódicos de Madrid y otras ciudades. Solo la casualidad hizo que los hechos llegasen a ser de dominio público. ¿Se dieron otros similares en estos entonces lugares remotos sin que hubiera un viajero para contarlos en un periódico? Probablemente sí, pero nunca lo sabremos.
Este es el texto completo de “La Esperanza”:

“La siguiente carta da cuenta de un horroroso suceso ocurrido en el pueblo de Barrachina, provincia de Teruel:
"Escribo a Vds. bajo la más triste impresión: he sido testigo de una escena espantosa que ha dejado hondamente afectados los ánimos de este pacifico vecindario. El día 1.º de marzo llegué al pueblo de Barrachina, provincia de Teruel, y me llamó mucho la atención encontrar todas las puertas cerradas y reinar en la localidad el más profundo silencio.
“No tardé en saber que el triste motivo que había producido aquélla alarma era el de haber penetrado en el pueblo cuatro enormes lobos que, acosados por el hambre, se lanzaron furiosamente sobre un grupo de diez niños que se hallaban jugando en la calle Mayor, matando y devorando a cuatro de ellos, y dejando en muy mal estado a los restantes.
“Un grito de espanto resonó inmediatamente en el ámbito de aquel pequeño pueblo, y reunidos algunos vecinos, empezaron a hacer fuego contra aquellas fieras, consiguiendo matar dos de ellos en las mismas calles del pueblo.
“Dejo a la consideración de V. calcular cuál será el estado de las desgraciadas madres que han visto esparcidos por las calles los restos inanimados de los hijos de su corazón. Me encuentro tan profundamente afectado, que carezco de tranquilidad para referir más pormenores y detalles sobre esta horrorosa escena”.

Lobos atacando un rebaño. Imagen tomada de retablodelavidaantigua.blogspot.com.

¡Que viene el lobo! 2.- Lobos y rabia, mala combinación

Ganaderos, y en especial pastores, eran los principales damnificados de los lobos, y los enfrentamientos entre ambos saltaban a veces a las páginas de los periódicos. “El Heraldo” (de Madrid) informa el 2 de febrero de 1847 de un caso en el que el antagonista humano quedó mortalmente herido, pero como veremos enseguida, las consecuencias fueron más allá:

“LUCHA DE UN LOBO CON UN PASTOR.- El día 23 de enero ocurrió en el pueblo de Las Parras de Martin, provincia de Teruel, el lance siguiente:
“Estando un pastor apacentando su ganado, divisó un enorme lobo, que se dirigía a su manada; tomó sus precauciones de defensa, a fin de que no le arrebatase alguna res; pero el carnívoro animal sitió a la manda e hizo los mayores esfuerzos para hacer presa; sin embargo, todo fue inútil por la vigilancia del pastor.
“Viendo la fiera frustradas sus esperanzas acometió al hombre con desesperada furia, y por gran rato lucharon ambos, hasta que los esfuerzos del pastor pudieron lograr echarle a tierra; teniéndole entonces asido del cuello, dio grandes voces de socorro, acudió otro pastor y le descargó grandes golpes y navajadas.
“Creyéndole ya muerto, lo cogió al hombro para conducirlo al pueblo, y cuando se creían ya victoriosos, se levantó de nuevo la fiera, le da una dentellada en la nariz, que le arrancó enteramente; pero volviendo sobre ella, lograron concluirla por fin, quedando, sin embargo, el pastor sin narices y muy maltratado de las heridas que recibió, hallándose en la actualidad sin esperanzas de vida”.

“Muy maltratado y sin esperanzas de vida”, parece el fin de la noticia. Pero, sorprendentemente, seis meses después, “El Eco del Comercio” de nuevo saca a colación dicha noticia, pues las consecuencias fueron más graves que la muerte del pastor,
El cronista dice que desde dos años atrás había aumentado la presencia de lobos “sin duda por no perseguirlos, pues de ello no cuida la autoridad”, y que uno muy crecido se dejaba ver entre Utrillas y Las Parras, el protagonista de la noticia.
Al pastor le arrancó la nariz y le hizo una herida en el cuello, y el que le ayudó a reducirlo “solo recibió un pequeño mordisco, llegando el tercer pastor con un perro que se le agarró al lobo en el morro, y sujeto por el perro y el que le tenía abrazado, le desbarrigó con una navaja el pastor que no tenía lesión, resultando que dos de los pastores naturales del pueblo de Las Parras de Martin fueron mordidos”.
“El Eco” añade un nuevo elemento, la rabia. Ante la sospecha de que el lobo estaba infectado, los dos pastores fueron a visitar a un “saludador” “que se consiente esté a las inmediaciones de Teruel” (De estos personajes hablaré en otra ocasión). Y después el desastre, como revela el relato:

(...) Pasaron treinta y ocho días, y el que fue herido en la nariz se sintió malo, y a los tres días después de pasar por los trámites más espantosos, murió de rabia: ya habían trascurrido cuatro meses cuando el otro pastor que fue herido por el lobo, estando en el campo se notó enfermo, quiso beber agua y ya no pudo pasarla; se retiró a la población y se manifestaron todos los síntomas que había tenido su compañero, solo que no estaba tan furioso , pero más postrado murió a los cuatro días, siendo este caso más raro por haber pasado tanto tiempo”.

El problema es que el lobo no solamente infectó a los pastores:

(...) Mas como e! lobo mordió a muchos perros, uno de ellos rabió y mordió a otros muchos; algunos se mataron pero otros no, y un vecino de esta villa tenía una perrita, la que no quería comer, y tratando su amo de obligarle le dio un mordisco en la mano, entonces la mataron, y el hombre fue al visitador como los otros; mas han trascurrido sesenta y seis días, y está en la agonía, rabioso, habiéndose notado ya enfermo o sin poder pasar el agua hace tres días”.

Ya no era un problema de los estragos de los lobos, sino de los estragos de la rabia: “El país está aterrado con estos sucesos, pues son muchos los perros que hay mordidos: es muy probable que lo estén los lobos y otra clase de animales, y además son muchos los que han recibido mordiscos de los perros durante todo este tiempo, y todos están temblando y temiendo que se generalice esta espantosa calamidad que no tiene curación, y en la que los dos primeros días es más espantoso que estar en capilla, pues la muerte es segura (...)”.

Lobos domesticados en 1916; imagen publicada en "Gran Vida" el 1 de marzo de dicho año.

¡Que viene el lobo! y 3.- La pesadilla de los ganaderos

Pero no era la norma que los ataques de lobos causasen víctimas humanas, solo entre los animales domésticos. Fueron constante medio de preocupación el medio rural, y la última presencia de lobos la detecto en 1931, gracias al “Heraldo de Madrid” del 9 de diciembre:

“TERUEL, 9.- En el pueblo de Riodeva el vecindario está aterrorizado ante la presencia de los lobos, que por las noches asaltan los corrales y matan a los animales domésticos. El alcalde ha solicitado que se le autorice para la defensa por envenenamiento”.

No siempre son informaciones del apartado de sucesos, por ejemplo en “El Turolense” del 24 de julio de 1877 se cuenta lo siguiente:

“Hemos tenido ocasión de ver una loba, bastante desarrollada y unos dos meses de edad, que lleva sujeta con una cadena, un hombre del pueblo de Noguera, cuyo animal, según parece, fue cogido por otros dos de su misma clase, en el expresado pueblo, y por el sujeto que lo conduce”.

Muchas eran las bajas que provocaban en el ganado, pues al penetrar en un corral ocasionaban auténticas masacres. Y alguna situación apurada como la que narra el mismo periódico el 5 de abril de 1878:

“Dirigiéndose un vecino de Calaceite desde esta villa a Castelserás, se vio acosado días pasados por un lobo, al que no logró ahuyentar sino después de haber encendido una hoguera”.

En abril de 1877, “El Turolense” denunciaba lo siguiente:

“Hace cuatro o cinco meses que el territorio comprendido especialmente entre los partidos judiciales de Mora, Aliaga, Montalbán y Teruel vaga una manada de hambrientos lobos que producen diariamente considerables bajas y pérdidas grandes a la ganadería y hasta el terror entre los campesinos del país, porque tal es la nunca vista audacia de aquellas fieras a que los pueblos rurales no pueden perseguir y exterminar como lo conseguían otras veces, en especial por carecer de armas de fuego”.

El mismo año, en noviembre, se da cuenta de otro grupo de lobos por las inmediaciones de Orihuela del Tremedal:

(…) Que ha matado en poco tiempo más de 200 reses. En la noche del domingo último pasado, sin ir más lejos, degollaron aquellas fieras 20 cabras pertenecientes a un conocido propietario de dicho pueblo”.

También en el 87, vemos noticias de la captura de un gran lobo en Camarena y de los destrozos causados por estos animales en dos parideras de Corbalán.
Porque, las crónicas del año siguiente, sitúan a los lobos muy cerca de la capital; se habla de una manada de siete lobos, y hay constancia de su actuación en Valdecebro, Corbalán, Villalba Baja, Tortajada, Formiche Alto... Y vean esta curiosa noticia publicada por “La Provincia” el 7 de septiembre de 1879:

“En un barranco cerca de esta ciudad se ha encontrado un lobo muerto a consecuencia, según dicen, del terrible pedrisco que descargó en esta capital y sus contornos el 31 último”.

En los veinte últimos años del siglo XIX, las noticias sitúan a los lobos en lugares tan variopintos como Bañón, Híjar, Valdelinares, Calanda... Pero el cercano Corbalán parecía ser sitio asiduo de estos cánidos. Concluimos con “La Verdad” del 9 de abril de 1893:

“Ha sido autorizado el Ayuntamiento de Corbalán para poner bolas de estricnina en los sitios convenientes y con las precauciones debidas, para la destrucción de los lobos que vagan por aquel término municipal”.


Víctimas de un ataque de lobos contemporáneo en Salamanca, el año 2011 (www.salamanca24horas.com)

27 de agosto de 2014

El "Patato" de Cella, un consorte para Marie BrizaRd

La capacidad de beber desaforadamente parece que se consideraba –y se considera- un indicador de virilidad. No son infrecuentes las noticias de muertes por alcoholismo en la prensa antigua, destacando dos en las que el óbito fue precedido por una apuesta. La primera nos la cuenta el periódico madrileño “El Día”, el 16 de octubre de 1898, fue en una taberna de Sarrión donde estaban reunidos varios obreros:

“Un herrero llamado Manuel Miranda que había estado consumiendo gran cantidad de vino con varios amigos, apostó con éstos, que en el tiempo que invirtiese la campana de un reloj, que en el establecimiento había, en dar las doce, él bebería otras tantas copas de aguardiente.
“La apuesta se llevó a efecto.
“A la primera campanada de las doce, el Miranda bebió la primera copa y así continuó hasta la octava en que cayó al suelo como una masa inerte.
“Al ir a levantarle sus compañeros notaron que el desgraciado era cadáver”.

La segunda es todavía más singular, pues como vamos a ver el ganador fue a protestar el periódico que dio la noticia por considerar que había ninguneado sus “méritos etílicos”. ”Diario de Teruel” narra el 18 de octubre de 1904:

“Ha llegado a nuestros oídos la noticia, que rectificaremos si no es cierta, de una bárbara apuesta verificada entre dos vecinos de Cella, conocidos con los apodos de “el Dulero” y el “Patato”.
“Dícese que éstos apostaron a ver cuál de los dos bebía más copas, y puestos en la taberna dieron comienzo al amílico duelo; ambos pelearon como héroes, consumiendo el uno 61 copas de anís más un vaso regular de ron, y el otro 62 copas y un vaso de ron que le sirvió también de complemento.
“El resultado de la lucha alcohólica no se ha dejado esperar, pues nos aseguran que el uno de los contrincantes ha fallecido en medio de los más cruentos dolores, y el otro se encuentra gravísimo y no sabemos si a estas horas habrá pagado también cara su valentía.
“Parece increíble entre seres racionales tales y tan trascendentales apuestas, que necesariamente han de producir terribles efectos entre los que de manera tan brutal quieren probar hasta donde llegan los excesos del vicio.
“Es lamentable tanta ceguera entre esos desgraciados seres, víctimas de la falta de cultura y de sentido moral".

La cosa podía haber quedado así, pero el superviviente estaba lo suficientemente recuperado como para ir a protestar al periódico al día siguiente de la publicación. Habría que pensar que se sintió insultado por ser calificado como un “desgraciado ser” víctima “de la falta de cultura y de sentido moral”, pero no; el motivo fue otro:

“Ayer se acercó a nuestra redacción el vecino de Cella apodado “Patato”, con el solo objeto de confirmarnos la noticia que el otro día dimos referente a la terrible apuesta del anís que ocasionó la muerte a uno de los bebedores, y que no llegamos a creer por su naturaleza.
“Hoy nos la creemos, porque nos la dice el que logró salvarse de tan bárbara apuesta, el cual nos ruega al propio tiempo que rectifiquemos lo de las 62 copas, puesto que fueron ¡80 y cinco vasos de vino! Por lo tanto, al aumentar la dosis del alcohol aumenta considerablemente la barbarie.
“Queda pues complacido el valiente “Patato”, superviviente de la jornada que ocasionó, como era de suponer, la muerte del desgraciado “Dulero”.
“Conste que fueron 80 las copitas y no 62, porque ¡menuda honra se calza el amigo con las 18 del ala!”



20 de agosto de 2014

Las aventuras del "moro Joaquín", de Perales. 1.- El criminal "Quim el esquilador"

Joaquín Ibáñez Bellido, el “moro Joaquín”, tuvo una vida digna de un guion cinematográfico; de hecho existe una novela de Alberto Boutellier Caparrós, “El renegado (El moro Joaquín)”, inspirada en este personaje. Un personaje que fue la figura mediática del verano en 1913, y ha caído en el olvido. Solo en Melilla pervive cierto interés por el “moro Joaquín”; en los blogs del “Heraldo de Melilla” hay amplia información sobre el turolense y la heroica acción que le hizo famoso.
Nació el “moro Joaquín” en Perales del Alfambra en 1870. Esquilador, cometió un doble asesinato, fue condenado a muerte, la pena conmutada a cadena perpetua, y trasladado a una prisión de Alhucemas, en África. Se fugó y se fue a vivir con los rebeldes moros del Rif, se convirtió al islam, se casó, tuvo cuatro hijos, y prosperó con negocios de hojalatero, platero y carpintero.
Viajó a su pueblo, Perales, al saber que su padre estaba gravemente enfermo, pero cuando llegó había muerto. Fue denunciado por un pariente escapó de milagro y ya en África robado y apaleado por unos bandidos.
Pidió por primera vez el indulto en 1911, tras mediar en la liberación de dos españoles. Dos años después saltó a las páginas de los periódicos: ayudó a escapar –según se dijo- y se fugó con cuatro prisioneros de un emblemático buque de guerra. Con el indulto visitó Zaragoza y Teruel. Volvió a Melilla como sargento de tropas indígenas, y dijo que su intención era regresar con su mujer e hijos a Perales... y se pierde su pista durante 25 años, hasta que aparece en Madrid, en precaria situación.
Hizo correr ríos de tinta ese verano de 1913, pero apenas se habla de sus antecedentes. Por ejemplo, en la entrevista de un redactor del “Diario de Avisos” de Zaragoza (que reproduce “La Correspondencia de España”) a un capellán castrense amigo de Joaquín Ibáñez, dice lo siguiente:

(...) Por el camino de la vida, largo y espinoso para él, siguió los años primeros; fue esquilador una larga temporada; no sé qué crimen cometería, porque siempre por delicadeza yo y por vergüenza natural para él, rehuimos esta conversación“.

Hemos de remontarnos a julio de 1892 para localizar la crónica del crimen en “El Liberal” del día 16, y es la siguiente:

“En la noche del 7 al 8 del corriente, fueron asesinados en Santa Perpetua de Moguda (Barcelona), los esposos Rafael Llunch y Ciuca, de setenta años, y Josefa Bonás y Lloverás, de setenta y cuatro, estando sus cadáveres destrozados de tal suerte a golpes de hacha, que era imposible reconocerles.
“El móvil se cree que fuera el robo, porque se encontraron revueltos y rotos los cajones de las cómodas.
“Los dos ancianos vivían solos, a pesar de tener varios hijos é hijas.
“Ha sido preso un sujeto llamado «Quim el Esquilador», aragonés, domiciliado desde algún tiempo en Ripollet, donde había de contraer matrimonio el sábado, y sobre el que recaen vehementes sospechas”.

Ingresó en la cárcel de Sabadell, y nada he visto de su juicio en el que fue condenado a muerte, pero sí un Real Decreto de 26 de octubre del año siguiente, 1893, por el que se dice que (...) Vengo en conmutar por la inmediata de cadena perpetua la pena de muerte impuesta a Joaquín Ibáñez Bellido, en la causa de que se ha hecho mérito”.
La fuga se produjo en 1904, como leemos en 1911 cuando Joaquín Ibáñez es noticia por primera vez, y solicita un indulto que no le concederían.


 
Joaquín Ibáñez Bellido, "el mor0 Joaquín"

Las aventuras del "moro Joaquín", de Perales. 2.- Fuga y vida entre los rifeños

El peralense, todavía sin el apodo de “El moro Joaquín”, se da a conocer gracias a una información titulada “Un Beni-Urieguel (la tribu del legendario líder rifeño Abd al-Karim) de pega”, que publica “El Telegrama del Rif” el 15 de septiembre de 1911, allí nos cuentan:

“Del extinguido penal del Peñón de la Gomera se fugó, en 1904, el confinado Joaquín Ibáñez Bellido, natural de Perales (Teruel), y aunque se realizaron activas pesquisas para conseguir su captura, todas resultaron infructuosas.
“Ibáñez Bellido, de acuerdo con varios moros de los que frecuentaban la plaza, logró internarse en el campo vecino, esquivando la acción de la justicia.
“Vistiendo el traje marroquí, recorrió varias kábilas (cabilas), estableciéndose por último en la de Beni-Uriaguel, donde sus habitantes le obligaron a abrazar la religión de Mahoma.
“Desde ese momento, Bellido se hizo nombrar Mohamed Si ilami (sic), y tanta maña se dio para adaptarse a las costumbres de sus protectores, que a los seis meses de permanencia en el Rif nadie podía sospechar que bajo la chilaba con que se cubría, latía el corazón de un aragonés”.

Dos años después, en la entrevista al capellán a la que nos hemos referido anteriormente, explica que Ibáñez se fugó por la noche “descolgándose desde la parte más alta del Peñón hasta una barca en la que le esperaban varios moros, que en unión de un compañero de presidio también fugado, les hicieron sufrir mil penalidades; huyeron de ellos y se refugiaron en el poblado de Axdirt, kábila (cabila) de Beni-Urriaguel, donde fueron caritativamente recogidos, por el armero del poblado, notable de la kábila, respetado y rico. Su compañero de fuga se marchó a poco y vino a España; fue cogido y reintegrado al presidio”.

Encontramos diferencias chocantes entre la vida de Ibáñez que se describe en 1911, cuando pidió por primera vez el indulto, y en 1913, cuando era un personaje famoso y mimado en los medios de comunicación. Por ejemplo, sobre su matrimonio en la primera versión leemos:

(...) Cansado de la soledad que le rodeaba, contrajo matrimonio con la viuda de un caíd caído en desgracia, de la cual ha tenido descendencia“.

Y en la más prolija biografía posterior:

“En la kábila (cabila) de Beni-Urriaguel los notables principales como el Sindi, riquísimo propietario, cuyo capital pasa de 40.000 duros; Moham(ed) Bocoy, otro principal propietario, también con gran capital; el digno y caballeroso notario Abel-Crin y otros muchos hubieran visto con agrado que Moham(ed) el renegado, como se llama el “moro Joaquín” en aquella tierra, se hubiera casado con sus respectivas hijas; las condiciones de laboriosidad, honradez y talento de Joaquín no influían tanto como su criterio, sustentado muchas veces en público, de que sólo tendría una mujer y se dedicaría a su felicidad, sin que tuviera la elegida que compartirla con otras, según la costumbre del país.
“Y no eran las moritas menos encaprichadas y hasta empeñadas en que esto sucediera; pero Joaquín no se deslumbró con riquezas ni poderes. Eligió por mujer única a la hija del armero en cuya casa fue asistido y encontró asilo y refugio a su llegada al país; sobrepuso el agradecimiento a todo, aunque el amor tuvo gran parte en su elección”.

Porque en las versiones de 1913 la vida africana del “moro Joaquín” está marcada por el éxito social, lo cual hacía más meritoria su decisión de huir con los prisioneros españoles que veremos más adelante. Narra “La Correspondencia” que empezó como hojalatero, amplió su actividad a la de platero, y...

(...) Aún no contento con estos oficios, puso también su taller de carpintería, que fue el que verdaderamente le colocó en desahogada posición; comenzó por hacerse su casa actual a estilo europeo, con tablas, en lugar de hacerlo con troncos como allí se estilaba; se puso «de moda» este género de construcción, y en poco tiempo no hubo en el poblado una casa donde las ventanas o las puertas y hasta la casa entera no fueran obra de Joaquín o de sus ayudantes”.

No concuerda todo esto con lo que aparece en “El Telegrama del Rif”, aunque en ambos casos destacan su amor a España. Dos años antes decían:

(...) Su escasa influencia cerca de la poderosa tribu, siempre le puso al lado de los pocos españoles que se internaban en aquellos territorios”.

Y veamos el final de la noticia, y porqué pidió el indulto por primera vez:

(...) Merced a sus buenos oficios, los Sres. Delbrel y Arqués pudieron llegar en marzo de 1907 hasta la Alcazaba de Zoluán, a la sazón ocupada por el Roghi, el cual hizo entrega de los cautivos al general Marina.
“Se sabe que sin la intervención de (Ibáñez) Bellido, los citados expedicionarios lo habrían pasado bastante mal.
“Como decimos, el fugado del Peñón, siempre pensó en reintegrarse a su patria, y fiel a este deseo acaba de elevar una instancia a S.M. el Rey, solicitando la gracia del indulto, instancia que, según nuestros informes, llegará uno de estos días a esta Capitanía General para su informe y tramitación”.



(Sigue
Portada de la novela "El Renegado", de Alberto Boutellier.

Las aventuras del "moro Joaquín", de Perales. 3.- El accidentado viaje a su pueblo

Una de las secuencias más atractivas de la vida de este personaje fue cuando dejó la caliba para viajar a España, nos lo cuenta “Diario de Avisos” de Zaragoza en la entrevista que reproduce “La Correspondencia de España”:
El caso es que, asentada su vida entre los africanos, recibió una carta de un hermano “en la que le participaba que su padre estaba gravemente enfermo, que todos sus hermanos estaban en el pueblo, y que el moribundo quería verlo antes de terminar su vida”.

Y Joaquín Ibáñez, en efecto, respondió al llamamiento familiar.

(...) Por toda contestación, reunió sus ahorros y marchó a Nemours, puerto cercano a Argel, donde embarcó para Valencia. Ya en España se dirigió a Perales, donde llegó días después de enterrado su padre.
“Pero un pariente próximo del muerto avisó a la Guardia Civil de la presencia del expresidiario en el pueblo, y una noche cercaron la casa, poniéndole en grave aprieto; milagrosamente logró escapara saltando la tapia del corral y huyendo a campo a traviesa.
“El motivo que impulsó al pariente a denunciarle no fue otro que quedarse con los míseros terrones de tierra que su padre cedió al morir a Joaquín”.

El viaje fue duro tanto al principio como al fin, una aventura que pudo costarse muy cara:

(...) A pie, con mil privaciones, llegó a Valencia; sin recursos, hubo de esperar a que un hermano suyo se los llevara, y ya con dinero regresó por el mismo itinerario a su hogar rifeño.
“Sin embargo, apenas se internó en Quebdana, fue asaltado por unos bandidos moros, que le robaron el dinero y objetos de valor que llevaba y le dejaron maltrecho. Siguió valientemente su camino, y consiguió llegar a Axdir, después de una penosa marcha”.

La versión del capellán indica que no sólo barajaba volver a España:

(...) Parece que algunas veces mostraba deseos de marchar a Méjico donde tiene ya un hermano, precisamente el que le llevó los recursos a Valencia cuando la muerte de su padre, y a quien quiere entrañablemente; pero las mujeres moras son completamente refractarias a abandonar su país, aun estando seguras de que en otra parte han de mejorar de condición y de vida; esta es la causa que seguramente le ha retenido en el Rif, además de su amor a España”. 



El "moro Joaquín", con uno de los marineros liberados.

Las aventuras del "moro Joaquín", de Perales. 4.- El fin del cañonero "Concha"

El buque “General Concha”, dice la Wikipedia, era calificado de “crucero colonial”, fue botado el 28 de noviembre de 1883, participó en la Guerra Hispano-Americana y tras ésta asignado “a la costa mediterránea de Marruecos, como parte del esfuerzo para interrumpir la piratería y el contrabando de armas para las cabilas rifeñas locales. Normalmente patrullaba el área comprendida entre Melilla y Alhucemas.”
El 10 de junio de 1913, zarpó de Almuñécar (Granada) hacia el peñón de Alhucemas, pero se desvió y encalló a cinco kilómetros de su destino, en un área controlada por calibas hostiles a los españoles. Hubo un enfrentamiento en el que murieron 12 tripulantes, 14 resultaron heridos y los rifeños tomaron 13 prisioneros. Dos escaparon, cuatro huyeron con la ayuda del “moro Ibáñez” y un moro auténtico llamado Larbi, y el resto fueron posteriormente liberados.
Así lo cuenta “La Correspondencia de España” el 29 de junio, en una noticia fechada en Cádiz donde acababan de llegar los que escaparon con el turolense, que quedó en Melilla.

(...) Venían el alférez de navío D. Rafael Ramos Izquierdo, el maquinista Caséis, el contramaestre Mateo, el fogonero Lagostena y el marinero Barroso (...).
(...) Estaban los prisioneros en casa del hijo del Larbi, y salieron con canastas con el pretexto de ir a coger higos. Andando a buen paso llegaron en dos horas desde dicha casa a la playa para embarcar en un bote de remo.
“Pudieron escapar gracias a la ayuda del moro Larbi y del renegado español Joaquín. Cuando los kabileños (de la caliba) se enteraron de la fuga, persiguieron al bote en que iban los cautivos con otro de vela y remo desde el que hicieron algunos disparos.
“Pero apareció en aquel momento el cañonero «Recalde» y gracias a la presencia de este barco se salvaron pues enseguida se volvieron sus perseguidores”
“Ahora teme Joaquín que los kalibeños den muerte a sus hijos por haber libertado él a los cautivos.
“Desea que le autoricen para vivir en Melilla, y que trasladen a esta plaza a su mujer y a sus hijos.
“Las últimas frases que dirigió al Sr. Ramos Izquierdo (teniente que se hizo cargo de los escapados) fueron para rogarle con insistencia que influya para conseguir su indulto, alegando para obtenerlo los grandes servicios que ha prestado a la Patria”.

El caso del “moro Joaquín”, por fin, llega a la prensa turolense, el 18 de julio de 1913 “El Mercantil” reproduce la siguiente información del corresponsal de “Las Noticas” en Alhucemas:

“Desde su regreso a Melilla, a donde fue con motivo de la liberación de los prisioneros del “Concha”, continúa en esta plaza el confinado Joaquín Ibáñez.
“Tanto Ibáñez como el confidente Larbi, que también tomó parte en la fuga, se abstienen prudentemente de marchar al campo temerosos al castigo de los kabileños de la montaña que les perdonarán su traición al dejar en libertad a los marinos.
“Por medio de un moro amigo, Joaquín se ha puesto al habla con su familia. Últimamente recibió una carta de su suegro, en la que le decía que por ahora no le era posible acceder a sus deseos de traer a la plaza a la esposa e hijos del Joaquín, pues al hacerlo los montañeses le harían objeto de sus iras.
“El «moro» aragonés confía en obtener el indulto. Cuando este se publique procurará desembarcar a su familia para trasladarse a Melilla. Se propone ingresar en calidad de sargento en las fuerzas indígenas que componen el tabor de Alhucemas.

“Larbi, que tampoco parece dispuesto a volver a su kabila, gestiona un modesto destino en las obras que el Estado realiza en el territorio de Melilla. Cuando lo consiga renunciará al cargo de confidente que aquí desempeña para que lo ocupe su hijo, quien goza de algún ascendiente en las tribus vecinas a esta plaza”.

(Sigue)

El "moro Joaquín" (izquierda), con el confidente Larbi.

Las aventuras del "moro Joaquín", de Perales: 5.- Peticiones de indulto y viaje a Teruel

El 12 de julio –es decir, antes de publicarse en Teruel la noticia que acabamos de ver-, varios rotativos madrileños ya habían anunciado la concesión el indulto a Joaquín Ibáñez.
Entre los que habían  pedido el mismo estaban el alcalde de Zaragoza y el presidente de la Diputación de Teruel. En el primer caso, la iniciativa del regidor tuvo amplia repercusión nacional, incluso se publicó una foto de los dos cuando Joaquín visitó Zaragoza; en el segundo solo encuentro esta nota de “El Mercantil”:

“Persiguiendo un fin noble y por tanto laudatorio, el Sr. Presidente de la Diputación provincial ha telegrafiado al señor Presidente del Gobierno lo siguiente:
“«En nombre provincia de Teruel, elevo V.E. ferviente súplica, para que Gobierno que dignamente preside, proponga indulto Joaquín Ibáñez Bellido, hijo de esta provincia, genero protector marinos españoles prisioneros en Marruecos.
“Su conducta propia de un espíritu regenerado, demuestra su intenso autor a España.- Francisco Ferrán»”.

Esto fue el dos de julio, y el mismo día publica “Heraldo de Madrid”, este despacho fechado en Zaragoza:

“Enterado el alcalde de que el salvador de los tripulantes del «Concha» es de la provincia de Teruel, ha remitido un mensaje a Romanones rogándole que perdone a dicho penado en premio a la valerosa acción que ha realizado con peligro de su vida.”

Frente al ostracismo de que fue objeto el pobre Ferrán, dice “La Correspondencia de España” dos días después:

(...) Sigue recibiendo muchas felicitaciones el alcalde de Zaragoza por la solicitud de indulto que dirigió al Gobierno.
“Hoy le han felicitado el capitán general señor Huerta y una Comisión de patronos carpinteros, por ser Joaquín de este oficio.
“También le ha felicitado el presidente de la Federación patronal, representando a los gremios que la forman”.

Hasta el propio Joaquín Ibáñez mandó una carta al alcalde de Zaragoza agradeciéndole su interés, que empieza:

“Muy Sr. Mío: aunque tarde he podido leer la petición que, en nombre del noble pueblo de Zaragoza y en el suyo propio, ha dirigido al Gobierno pidiendo mi indulto, lo he leído una y otra vez y siempre las lágrimas se han agolpado a mis ojos, de agradecimiento y de emoción; Dios se lo pague y la Virgen del Pilar le conceda a usted y a ese noble pueblo el premio por su nobleza y generosidad (...)”.

En agosto, y esta vez sin tener que esconderse de la Guardia Civil o de los parientes miserables, regresó a su tierra el “moro Joaquín”. Informa “El Mercantil” el día uno:

“A Melilla llegó de Alhucemas el aragonés moro Joaquín Ibáñez que tanto hizo en el rescate de los marinos del «General Concha», hechos prisioneros por los moros.
“Saldrá con dirección a España, marchando directamente a Teruel, según dicen, y de aquí irá a Zaragoza y luego a Barcelona, desde donde volverá a Melilla”.

En una noticia de “El Liberal” fechada dos días después en Málaga, parece que se ha alterado el orden de los destinos.

“Ha salido para Madrid, desde donde se dirigirá a Zaragoza, Mahomed el Hach Sibucar, nombre moro con que oculta el suyo español Joaquín Ibáñez Bellido, más conocido por el «moro Joaquín».
“Va a orar ante la Virgen del Pilar para darle gracias por haber conseguido el indulto.
“Después marchará a Perales a pasar unos días con su familia”.

Hay una crónica en “El Globo”, con fecha del 13, de la estancia de Joaquín en Zaragoza, donde fue a orar ante la Virgen del Pilar y se reunió con el alcalde, que concluye:

(...) Cuando se le termine la licencia de que disfruta volverá a Melilla, irá a la kabila, recogerá a su mujer y a sus cuatro hijos y vendrá de nuevo a España, marchando directamente a Perales, su pueblo natal.
“Su presencia en las calles de Zaragoza ha despertado gran curiosidad”.

(Sigue)

El "moro Joaquín" (derecha), con el alcalde de Zaragoza

Las aventuras del "moro Joaquín", de Perales. Y 6.- Sin un final feliz

Y aquí se pierde el rastro del “moro Joaquín” en la prensa digital hasta un cuarto de siglo después, en 1935. Salvo por una foto firmada por el profesional turolense Uriel en “La Hormiga de Oro”, ejemplar del 6 de octubre de ese 1913, tomada en la plaza del Torico o del Mercado, con este pie:

“El moro Joaquín Ibáñez, hoy sargento de policía indígena, que libertó a los prisioneros del «General Concha», relatando sus aventuras al redactor del «Noticiero Turolense»”.

Desgraciadamente, en la Biblioteca Virtual del Ministerio de Cultura solo están presentes los ejemplares de los últimos meses de 1911 del “Noticiero Turolense”. Pero gracias a esta foto, sabemos con certeza que el moro Joaquín estuvo en Teruel y, evidentemente, tuvo que visitar su pueblo natal; lo que ignoramos es si regresó posteriormente trayendo a su familia africana o se quedó definitivamente en Melilla.
Parece ser que no pudo recuperar a su esposa e hijos, según se desprende de una postrera información sobre Joaquín Ibáñez que nada menos que 25 años después, nos proporciona “La Voz”. El 28 de marzo de 1935, bajo el título “El «moro Joaquín», que arriesgó su vida y perdió su hacienda en favor de España, se encuentra en Madrid en la mayor miseria”, relata:

“Nos ha visitado un pobre anciano, hoy olvidado, aunque tuvo días de gran popularidad, para suplicarnos que hagamos llegar a los altos poderes de la nación la justa petición que ante ellos formula, .sin que a pesar de la razón que le asiste ni del tiempo transcurrido haya podido obtener su favorable resolución.
“Se trata de Joaquín Ibáñez Bellido, de sesenta y cinco años de edad, natural de Perales (Teruel), que por azares de la vida fue a instalarse en la cabila de Beni Urriaguel cuando aquélla era aún foco de rebeldía en nuestro protectorado (...)”.

Tras un resumen de la liberación de los marinos del cañonero “Capitán Concha”, dan unos pocos detalles de su vida posterior, y denuncia la crítica situación en que se hallaba, sin que sepamos si las autoridades respondieron a sus reivindicaciones:

(...) Como recompensa por tan meritoria hazaña y compensación a los innumerables perjuicios económicos que por ella sufrió, ya que, como es natural, no pudo volver a la cabila, la Alta Comisaría de España en Marruecos le concedió una pensión mensual de 100 pesetas (después, aumentada a 150) con cargo a los fondos reservados de la misma, siendo premiado al mismo tiempo con la cruz de plata del Mérito Naval.
“En 1931 le fue suspendido el pago de la citada pensión; pero ante su reclamación le fue rehabilitada y pagados los meses en que la había dejado de percibir; creía ya resuelta su situación y que en lo sucesivo no tendría nuevas dificultades, y sin embargo, en abril de 1934 le fue nuevamente retirada la pensión, sin que hasta la fecha, a pesar de sus continuas gestiones y de las buenas palabras recibidas de diversas personalidades, haya conseguido nada.
“Hoy, que su situación es sumamente difícil, recurre a nosotros, con el ruego de que le prestemos ayuda, y creyéndolo caso de estricta justicia, pues España no puede olvidar a quien se jugó vida y hacienda por ella, nos hacemos eco de su pretensión, y esperamos que el Gobierno, especialmente su jefe, que desempeña también la cartera de Guerra, sabrá dar las órdenes necesarias para que aquella modesta pensión asegure la bien ganada tranquilidad del viejo "«Moro Joaquín»".

Por último, una mácula sobre la heroicidad el “moro Joaquín”. En un blog del “Heraldo de Melilla, Hans Nicolas i Hungerbüler y Juan Díez Sánchez, tras relatar la historia de ese personaje explican que en una ocasión estuvieron con un grupo de militares retirados que acudieron a una charla en la ciudad africana:

“Pues bien, uno de estos generales después de comentar que había prestado servicio en la zona de Alhucemas tras la Guerra Civil, me dijo que tuvo ocasión de hablar con los rifeños más ancianos de Bocoya, allí donde embarrancó el “General Concha”. Y estos le habían dicho que los prisioneros lograron la libertad gracias al pago de un rescate, que como es natural, se mantuvo en secreto e incluso se quiso ocultar con el “gesto heroico” del “moro Joaquín”.

El "moro Joaquín" atiende en la plaza del Torico a un redactor de "Noticiero Turolense" (foto: Uriel)